Apartamento de Judd Blackwater

Pensó que marchándose del parque conseguiría deshacerse de ese animal pero no había manera, ahora al perro le había dado por seguirle, tenía que ser una broma. Pasó una calle y otra mientras procuraba no mirarlo a ver si se aburría de seguirlo, pero el chucho era insistente. Llegó a su edificio y abrió la puerta para entrar, dejando al perro fuera. Pero unos minutos después de dio la vuelta. – No me digas que estás buscando casa – dijo como si hablara con el perro aunque más bien pensaba en voz alta mientras lo observaba. No quería a un perro apestoso frente a su puerta toda la noche. – Siéntate – le ordenó para comprobar si se trataba de un perro amaestrado o era un vagabundo, los husky no eran una raza que la gente soliera abandonar.

Se mantuvo firme a su lado, con la lengua fuera, hasta parecía que sonreía por la forma que hacían sus labios hacia arriba. Cuando se paró frente a un edificio y abrió la puerta, trató de entrar metiendo el hocico, pero el hombre no se lo permitió. Rascó la puerta con la pata sollozando para que no la abandonara allí, aunque tenía pocas esperanzas depositadas. Descubrió su pensamiento erróneo cuando abrió y preguntó si buscaba donde dormir. Ladró como respuesta, pero no de manera agresiva. Por el movimiento veloz de su cola y sus ojos brillantes se notaba que Mía estaba en plan amistoso. Rodó los ojos internamente cuando pidió que se sentara. Odiaba que le diesen órdenes, pero se sintió en la obligación. Si lo hacía lo más probable es que la dejara pasar. Por lo que, en ese mismo instante se sentó y elevó una pata, como si también se la hubiera pedido, esperando que posara su mano debajo.

Enarcó una ceja cuando ladró tras su pregunta como si le estuviera respondiendo, puede que le hubieran enseñado algunos trucos en su antigua familia, el perro estaba descuidado pero no tanto como para ser callejero desde siempre, a no ser que se hubiera escapado de un refugio. Se agachó al ver que le obedecía, definitivamente ese perro estaba entrenado. - Dije siéntate no dame la pata, perro tonto - masculló mirándolo desde su misma altura. Suspiró y se incorporó pasandose la mano por el pelo. - Está bién, pero no vas a entrar en mi piso apestando así - dijo arrugándo la nariiz. Con un chasqueo de dedos un chorro de agua calló sobre el animal libradose de la porquería y luego un viento no demasiado frío para secarlo. Eso ya estaba mejor. - Vamos - abrió la puerta y subió por las escaleras hasta su apartamento, cerrando la puerta tras el animal. - Supongo que debería ponerte un nombre - dijo mirándolo - ¿que nombre se le pone a un perro? - preguntó pasa sí mismo dejandose caer en el sofá y echando la cabeza hacia atrás. - Toby - sentenció - no es imaginativo pero nunca he tenido mascota - se levantó y fue a la cocina a por una cerveza - espero no matarte - murmuró mientras volvía a la sala y dejaba la caja de pizza en el suelo, abierta, para que comiera, y un cuenco con agua.

Volvió a gruñir, esta vez con más decisión ante el insulto, pues estaba a su altura y no lo veía como a alguien superior en esa posición. Además, no le había dado la mano. Hubiera sido una buena forma de presentarse. Sonrió internamente cuando lo escuchó decir que le permitiría entrar, pero no con ese olor. "Espera... ¿que olor?" se preguntó a sí misma olfateando el aire. Olía perfectamente para ser un perro. O al menos eso pensaba ella. Cuando se transformaba aquel olor le resultaba bastante natural. Aunque incluso en forma humana llevaba una semana sin ducharse como era debido. Los baños en el río no contaban como ducha real. Estaba inmersa en sus pensamientos sobre su olor corporal cuando sintió un chorro de agua caer sobre ella. Gimió retrocediendo un par de pasos, asustada y escondió la cabeza entre sus patas. Cuando dejó de sentir el agua, se sacudió, esparciendo gotas por todo el rellano, incluso salpicando "accidentalmente" al hombre. Aunque él mismo se ocupo de secarla. "Así que es brujo..." pensó para sus adentros, sin saber si era algo bueno o malo. Ya lo decidiría con el tiempo. Entró velozmente al apartamento cuando le abrió la puerta por si acaso se arrepentía. Movía rapidamente la cabeza para observarlo todo con detalle, era bastante grande. Empezó a olfatear el suelo e iba a investigar el apartamento cuando empezó a hablarle de nuevo. Ladró histericamente cuando le puso un nombre masculino andando de un lado a otro, pero en el radio del chico. "Luego la tonta soy yo..." pensó, puesto que no era muy complicado descubrir si era un macho o no. Cuando regresó con un cuenco de agua y le dejó el resto de la pizza se olvidó de los demás, empezó a comer como si nunca hubiera probado bocado antes y una vez terminó, se dedicó a vaciar el cuenco de agua para saciar su sed. Cuando terminó con ambos empezó a inspeccionar la sala, subiéndose incluso al sofá.

Se cubrió con el brazo cuando el perro se sacudió, acababa de dejarlo empapado, genial, eso no era un buen comienzo. Una vez en la casa cuando empezó a ladrar y a rondarlo frunció el ceño, estaba muy pesado, más de lo normal. – Ok, nada de Toby – dijo para que se callara, ni que lo estuviera entendiendo. – No conozco nombres de perras – dijo rodando los ojos, pero al momento se le ocurrió una gran idea – te llamaré Emily, como la acosadora de mi ex novia – dijo con una sonrisa, no se le podía llamar exactamente ex novia pero era una loca con la que se había acostado y que se había colado en su casa para quemarle la ropa. – Eh, baja del sofá, podrás subir cuando te dé una ducha de verdad – ordenó haciéndole un gesto para que se bajase del sofá. En ese momento recordó que su camiseta estaba mojada así que se la quitó y la tiró dentro de su habitación. – No muerdas nada – advirtió antes de entrar en la habitación para ponerse algo más cómodo y una nueva camiseta. Además llamó a su encargado para decirle que esa noche no iría al bar.

Bufó resignada cuando escuchó su nuevo nombre y el porqué de este. En verdad pocas veces respondería por él; solo para cosas necesarias. "Emily... recuérdalo" sopesó mentalmente para que no se le olvidara. Como perro había tenido ya un par de nombres. El último había sido Gala. No hizo caso inmediatamente caso cuando le ordenó bajar del sofá. Antes restregó su lomo por este para terminar de secarse y cuando vio como podría enfadarse bajó. Aunque no por esto significaba que parara de investigar, y siguió moviéndose por el apartamento de manera inquieta. Entró en la habitación junto a él sin percatarse demasiado de que se había quitado la camisa. Se subió a la cama y se acurrucó a los pies de esta, más relajada y obedeciendo sus órdenes de que no mordiese nada. Estuvo pendiente del armario cuando sacó algo más cómodo que ponerse, tratando de discernir si acaso tenía una acompañante-novia mujer a la que poder cogerle ropa.

Miró sobre su hombro cuando escuchó los pasos de Emily acercarse, descubriendo que estaba yendo tras él. Puede que se acostumbrase a eso, y era agradable contar con un compañero, siempre sería mejor que tener una novia. Cuando se cambió de ropa se agachó frente a la cama para ponerse a su altura, era un hermoso perro, le costaba creer que lo hubieran abandonado, parecía el típico perro que encajaba con una gran familia y una casa con valla blanca. - ¿Cansada? – preguntó con una sonrisa acariciándole la cabeza al animal. Se incorporó y se dirigió al salón para dejarla dormir mientras él se ponía una película. Además si iba a quedársela iba a tener que comprar algunas cosas.

Cuando se colocó a su altura para acariciarla se irguió un poco para alcanzar su mejilla y con su larga y enorme lengua recorrerla, consiguiendo llenarlo de babas al instante. Aunque esperaba que valorara la muestra de afecto. Lo siguió hasta el salón cuando la dejó sola para descansar. Había pasado ya varios días en completa soledad; además, disfrutaba del buen cine. Así que, una vez colocado Judd, se asentó en el hueco de sus pies apoyando la cabeza en sus piernas. Era un perro algo grande, así que el hueco quedaba algo justo, pero así estaría más calentita. A los pocos minutos sus párpados empezaron a caerse, y al cuarto de hora ya estaba durmiendo. De vez en cuando de su boca salían algunos pocos ronquidos, pero nada demasiado molesto.

Había pasado cerca de una semana desde que aquel hombre la recogió y la aceptó en su hogar. Era una casa cálida, pero lo más importante, llena de comida. Lo único que echaba en falta era ropa de mujer dentro del armario, aunque se las apañaba con sus camisas mientras tiraba con su vaquero. Así que supuso rápidamente que no tenía novia; y que era un tipo muy solitario por la ausencia de visitas y salidas. Los primeros días también descubrió que trabajaba en el mundo de la noche, pues era cuando solía faltar. Eso o era un multimillonario que no necesitaba trabajar y se pasaba las madrugadas derrochando su dinero, una idea que no le disgustaba. Al pasar los días descubrió, por una llamada que era propietario de un bar y que una de sus camareras lo había dejado. Una idea fugaz pasó por su mente mientras abordaba su nevera y se echaba sobre el sofá para hacer zapping. ¿Era hora de buscarse un trabajo? La idea no le agradaba demasiado, aunque quizás le servía para conocer al verdadero Judd.